17 de mayo de 2013

Actuar en el presente, mirando hacia el futuro


Me gustaría utilizar este espacio para compartir los contenidos de un fructífero debate que se planteó en uno de los paneles centrales del pasado Congreso de Trabajo Social en Tucumán. La intención no es sólo difundir esas ideas, sino que esto sirva de disparador para futuras reflexiones.

Realmente fue maravilloso ver en acción a profesionales tan capacitados, defendiendo sus ideas y sus posturas en cuanto al rol del trabajo social para este inicio de milenio. La conferencia me sirvió para comenzar a entender lo complejo y delicado que es el trabajo social –cuando, muchas veces, el imaginario colectivo e incluso nuestros libros y profesores se empeñan en demostrarnos lo contrario– y para darme cuenta que todavía hay mucho por hacer y que podemos ser nosotros quienes construyamos el futuro de la profesión.

Voy a ser muy breve en la exposición de los temas que cada panelista desarrolló porque me interesa detenerme en la importancia que tiene el hecho de debatir en trabajo social.

En la primer exposición Fiorella Cademartori mencionó diversas represiones y desaparecidos que hubo entre el 2001 y la actualidad, haciendo hincapié en que, según ella, no son hechos aislados sino que son medidas de coerción-consenso que tiene el estado para mantener quietas las fuerzas y la bronca de los trabajadores.
Luego opinó que la precarización laboral que tenemos es utilizada por el estado como un mecanismo disciplinador que no le permite a esta profesión desplegar su potencial crítico y transformador. Fiorella proponía, entre otras cosas, que el trabajador social debe ocuparse de organizar a la clase trabajadora en grupos que, naturalmente, se formarán en torno a un reclamo común (estudiantes, jubilados, sociedades de fomento, trabajadores de diferentes ramas, agrupaciones ambientalistas, etc.). Lo que ella destacaba, evidenciando su postura marxista, es que debemos concientizar a todos estos grupos de que tienen un “enemigo común”, que es el capitalismo y sus contradicciones el que les produce sus males, por más diversos que estos parezcan.

Luego Liliana Barg elogió ciertos procesos, por demás actuales, que han significado mejoras para la sociedad argentina, como la revitalización de los derechos humanos, o el modelo anti-neoliberal que se está llevando a cabo en el país.
Ella señalaba que, luego de años de neoliberalismo devastador, por fin se le ha puesto freno al mandato del capital financiero extranjero. Argumentaba que en los años 90 se equilibraba la balanza comercial y el precio del dólar vendiendo empresas y recursos nacionales al extranjero y que hoy, habiendo decidido dejar de hacerlo, resulta inevitable estabilizar la moneda recurriendo a las trabas a las importaciones y al mal llamado “cepo cambiario”. Dejó bien en claro que nuestro enemigo a vencer, como trabajadores sociales, es el neo-liberalismo y no el capitalismo, al menos por el momento. En cuanto a ello, destacó que la precarización laboral que nos aqueja es uno de los tantos resabios que nos quedan de la década de los 90, contra los cuales debemos luchar para cambiar.

Por último, Alicia Gonzalez abordó diversos tópicos, pero en relación a la temática de este artículo opinaba que el trabajo social no debía pensar en un cambio de raíz sino que debía ser crítico desde el lugar que le tocaba actuar. Mencionando a Faleiros, propuso transformar y actuar sobre las instituciones y las políticas bajo las cuales trabajamos. En este sentido, un punto clave era la constante reflexión sobre la práctica y la capacitación durante el trabajo que, para ella, hoy en día resulta inexistente.

Personalmente creo que no se puede desmerecer el trabajo que se hace en los barrios, unidades sanitarias, escuelas y demás ámbitos, pero sí creo que debe hacerse teniendo conciencia de que mientras abordamos estas problemáticas con los instrumentos que recibimos del estado, contribuimos a que sigan sucediendo y perpetuamos sus diversas manifestaciones. Sin dejar de actuar sobre las urgencias que debemos atender, y para las que nos formamos, debemos tener objetivos a largo plazo y organizarnos con nuestros colegas trabajadores sociales para ello, trabajen con nosotros o no. Se trata de actuar en el presente con la mirada puesta en el futuro y no cumplir solamente con las tareas que nos son asignadas por nuestro empleador. Nadie nos va a contratar para eso, ni nos va a pagar las horas extras que esta compleja tarea exige.
Se suele escuchar que el estado nos pide más de lo que podemos hacer, pagándonos menos de lo que debería porque se aprovecha de nuestra tradicional buena voluntad, pasión y vocación por lo que hacemos. Es el momento de utilizar esa pasión y esa energía en transformar realmente el lugar donde nos toca vivir y trabajar. Y es el momento de hacerlo a nuestra manera, bajo nuestras convicciones y nuestras ideas.
Habrá que debatir cuál de las posturas previamente mencionadas adoptaremos, cuál será nuestra opción. Lo importante es saber que no debemos continuar respetando a rajatabla las tareas que se nos imponen. Lo importante es saber que no hacer nada con lo que hicieron de nosotros no es una opción.

Santiago Vazquez

28 de abril de 2013

Por un trabajo social universitario en Bahía Blanca



"Me han ofendido mucho y nadie dio una explicación". Frase que plasma el sentimiento de muchos estudiantes, docentes, no docentes, profesionales y demás sujetos que sufrieron persecuciones,  censuras ideológicas, restricciones institucionales, y otras barreras que detuvieron el fervor del pensamiento crítico de los 70.

En marzo del año 1976, tras el golpe militar a María Estela Martinez de Perón  comienza a establecerse lo que fue perversamente denominado "proceso de reorganización nacional". Una dictadura cívico-militar encabezada por la tríada más nefasta de la historia argentina. Jorge R. Videla, Emilio E. Massera y Orlando R. Agosti fueron los artífices de la junta militar encargada de violar innumerables derechos humanos, torturar a quienes calificaban de subversivos, desaparecer a más de 30.000 individuos e instalar el terror y el miedo en toda la superficie argentina. Paradójicamente, afirmaban que no era su intención realizar tales actos, pero que debieron hacerlo en nombre de la constitución, o sea “para proteger la integridad de la patria argentina”.
Si bien existe un sostén histórico-político de fondo, no le corresponde a este artículo adentrarse en el tema.

¿Qué relación existe entre la dictadura militar y el trabajo social universitario?

Julio del ´76, instalado el golpe militar, se dictamina el cierre de la escuela de Servicio Social que se dictaba en la Universidad Nacional Del Sur. Con fundamentos poco creíbles pero, en ese entonces, incuestionables (por el simple hecho de que la vida de quienes cuestionaban corría grave peligro) se justificó la clausura de la carrera por motivos meramente económicos y presupuestarios. ¿Qué tendrá esto de cierto? Quizás mucho, quizás nada. Hoy en día, con la capacidad de poder abstraernos de aquel terror inminente, podemos visualizar que el motivo primordial por el que se llevo a cabo esta clausura se halla en el gran contenido “subversivo”, critico, pensante, con visión de análisis y sin miedo a enfrentar las realidades sociales actuales que propagaba el estudio del trabajo social (junto con la sociología y otras carreras de índole social y humanista).

¿Cuál es la propuesta?

En breves y simples palabras: Lograr la reapertura de la carrera de Licenciatura en Trabajo Social dentro de la Universidad Nacional del Sur.

Motivos:

Como diría Sabina, nos sobran los motivos. Enumeremos algunos de ellos:

  1. Lograr una reconstrucción histórica para recuperar la memoria y la identidad de nuestra escuela y nuestra profesión.
  2. Profesionalizar la carrera nivelando hacia arriba, exigiendo que sea únicamente una carrera de grado.
  3. Comenzar a estudiar en un ambiente público, gratuito y laico.
  4. Poder expresar libremente nuestras convicciones ideológicas y partidarias con el fin de fomentarlas a nuestros colegas.
  5. Contar con un presupuesto propio, gestionado y administrado por el departamento de Humanidades.
  6. Poder aportar a las decisiones departamentales formando parte del centro de estudiantes correspondiente.

¿Qué se pretende hacer?

Si bien ya existe la iniciativa del colegio de trabajadores sociales de Bahía Blanca de elevar un proyecto al rectorado de la U.N.S., luego de una serie de charlas entre alumnos de esta carrera terciaria hemos decidido llevar adelante nuestro propio proyecto, siempre contando con el acompañamiento del colegio.
Basándonos en el expediente elevado por la colegiatura bahiense, y retomando información obtenida de una tesis elaborada por alumnas del instituto en el año 2006, hemos decidido comenzar con este proyecto contando con el apoyo de diversos colegios y universidades. Queda mucho por hacer, falta investigar más, no es algo sencillo pero somos muchos los estudiantes dispuestos a encarar el proyecto.

A modo de cierre…

Considero que el trabajo social es una profesión que ha sufrido muchos golpes bajos en su historia, y precisamente en nuestra ciudad ha sido presa de la peor aberración que puede sufrir una sociedad y dentro de ésta se le han desterrado los cimientos de su educación.
Creo que actualmente, para lograr un cambio radical en nuestra sociedad, es indispensable contar con sujetos críticos, capaces de abordar las problemáticas estructurales con una visión holística e integradora. Es necesario también que se fomente la educación en todas sus ramas y vertientes. Una de ellas es el Trabajo Social, profesión cuyo fin es lograr la concientización de los sujetos y en incentivarlos en la búsqueda de su autonomía. Es por esto que, ahora y más que nunca, queremos la reapertura de la carrera en la universidad.

"Podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera" P. Neruda

Bruno Rosales

21 de abril de 2013

Colegiación: Un compromiso del colectivo profesional


En las últimas décadas, la degradación de la profesión de trabajo social produjo que los colegios profesionales pierdan credibilidad y fuerza. En la actualidad la creación de un proyecto ético-político sólo puede realizarse desde la fuerza colectiva del colegio. Unirse es un compromiso del colectivo profesional.

En nuestro país está prohibido ejercer nuestra profesión sin estar matriculado por el colegio de trabajo social. Al hacerlo sin ella se está ejerciendo ilegalmente. Ahora bien, se escuchan quejas, tanto de profesionales como de estudiantes, que se preguntan si la condición de colegiación es un beneficio a nuestra profesión o simplemente una traba burocrática.
Este pensamiento se debe a que el trabajo social sufrió muchos golpes con la llegada del neoliberalismo, como la flexibilización laboral, exclusión universitaria, dictado de la carrera en institutos técnicos no universitarios, etc. Una estrategia del estado neoliberal fue, como afirma Pilar Fuentes, la naturalización de la cuestión social, lo que alentó la “pasividad” del trabajador social.
Esto tuvo un efecto directo sobre los colegios de trabajo social, quitándole fuerza colectiva y credibilidad. Pero hoy en día, es nuestra responsabilidad fomentar la participación en los colegios, ya que los beneficios que nos puede promover son muchos, y sobre todo en el contexto actual en el que vivimos.
Antes de hablar de beneficios tenemos que tener en cuenta que, si tenemos compañeros que ejercen sin estar matriculados, de ninguna forma vamos a poder lograr que a nuestra profesión se la tome como tal. Al no estar colegiado sólo se desprestigia la profesión. No imaginamos a un abogado o un medico sin estar matriculado, pues así se debe pensar el trabajo social también.
En un tiempo donde varios pensadores y expertos de nuestra profesión buscan la formación de un proyecto  ético-político, no podemos dejar pasar por alto esta responsabilidad. Ya no se trata de cómo nos ven los demás, sino de cómo nos organizamos y vemos nosotros mismos.
El proyecto ético-político al que aspiramos, no puede ser construido por trabajadores sociales aislados, o por la genialidad de un pensador. Definitivamente, este proyecto tiene que nacer y desarrollarse en la fuerza colectiva, y es solo a través del colegio que el colectivo profesional se legitima, se une, puede ser escuchado y puede proponer ideas impulsadas por la necesidad de dicho proyecto.
En este sentido, estamos de acuerdo con Nora Aquín, que afirma que el colectivo profesional no ha comprometido suficientemente su participación en la consolidación de un espacio académico y político propio. Ahora bien, la pregunta es ¿cómo hacer para que el colectivo profesional se comprometa? Creemos que la respuesta es una sola, uniéndonos al colegio de trabajo social,  desde allí pensar colectivamente las salidas posibles hacia una profesión realmente emancipadora, desligándonos totalmente del positivismo y las secuelas neoliberales.
Ya no sirve quejarse porque el colegio de trabajo social no actúa, nosotros somos los agentes de cambio, que debemos actuar sobre el colegio, reivindicándolo, para que ningún trabajador social al momento de recibirse tenga dudas sobre dónde debe ir, para que sea el lugar de encuentro de ideas, de debate por una profesión mejor. La lucha para que la profesión deje de ser subalterna comienza en la fuerza colectiva y legitimada que debe surgir del colegio de profesionales de trabajo social.

Benavente, Federico Agustín.
Martín, Juan Cruz.
Ortiz, Martín Gastón.

Editorial


La revista nace a partir de la necesidad que sentíamos como alumnos de contar con un espacio para volcar nuestras opiniones, reflexiones y experiencias acerca de la realidad social en la que vivimos.
Como estudiantes de Trabajo Social son muchas las inquietudes con las que nos encontramos en el cotidiano y es interesante y  productivo poder expresarlas a través de un medio escrito.
En esta primera edición de “La Hormigonera” encontramos las experiencias de alumnos de nuestra carrera que han concurrido a congresos, encuentros de estudiantes, debates y que se dedicaron a escribir para compartirlas con el resto de los compañeros a través de este medio.
También se encuentran reflexiones en torno al mejoramiento de la profesión, a su campo específico y a la formación académica de los estudiantes.
La denominación “La Hormigonera” surge debido a que, como todos sabemos, la hormigonera es un artefacto en el cual se mezclan diferentes materiales que se utilizan para luego construir. A nuestro modo de ver, la revista es un espacio donde pueden confluir diferentes opiniones, reflexiones, experiencias, y que todo eso resulte una construcción colectiva en pos de más democracia, más pluralidad, más pensamientos, etc.
Invitamos a todos a que se animen a escribir. Nadie nació sabiendo y todos, absolutamente todos tenemos algo para compartir…

¡Gracias a los que colaboraron es esta primera edición y vamos por más!

Envíanos tu artículo o comentario a: revistats_ima@hotmail.com