Me gustaría utilizar este espacio para compartir
los contenidos de un fructífero debate que se planteó en uno de los paneles
centrales del pasado Congreso de Trabajo Social en Tucumán. La intención no es sólo
difundir esas ideas, sino que esto sirva de disparador para futuras
reflexiones.
Realmente fue maravilloso ver en acción a
profesionales tan capacitados, defendiendo sus ideas y sus posturas en cuanto
al rol del trabajo social para este inicio de milenio. La conferencia me sirvió
para comenzar a entender lo complejo y delicado que es el trabajo social
–cuando, muchas veces, el imaginario colectivo e incluso nuestros libros y profesores
se empeñan en demostrarnos lo contrario– y para darme cuenta que todavía hay
mucho por hacer y que podemos ser nosotros quienes construyamos el futuro de la
profesión.
Voy a ser muy breve en la exposición de los temas
que cada panelista desarrolló porque me interesa detenerme en la importancia
que tiene el hecho de debatir en trabajo social.
En la primer exposición Fiorella Cademartori
mencionó diversas represiones y desaparecidos que hubo entre el 2001 y la
actualidad, haciendo hincapié en que, según ella, no son hechos aislados sino
que son medidas de coerción-consenso que tiene el estado para mantener quietas
las fuerzas y la bronca de los trabajadores.
Luego opinó que la precarización laboral que
tenemos es utilizada por el estado como un mecanismo disciplinador que no le
permite a esta profesión desplegar su potencial crítico y transformador.
Fiorella proponía, entre otras cosas, que el trabajador social debe ocuparse de
organizar a la clase trabajadora en grupos que, naturalmente, se formarán en
torno a un reclamo común (estudiantes, jubilados, sociedades de fomento,
trabajadores de diferentes ramas, agrupaciones ambientalistas, etc.). Lo que
ella destacaba, evidenciando su postura marxista, es que debemos concientizar a
todos estos grupos de que tienen un “enemigo común”, que es el capitalismo y
sus contradicciones el que les produce sus males, por más diversos que estos
parezcan.
Luego Liliana Barg elogió ciertos procesos, por
demás actuales, que han significado mejoras para la sociedad argentina, como la
revitalización de los derechos humanos, o el modelo anti-neoliberal que se está
llevando a cabo en el país.
Ella señalaba que, luego de años de neoliberalismo
devastador, por fin se le ha puesto freno al mandato del capital financiero
extranjero. Argumentaba que en los años 90 se equilibraba la balanza comercial
y el precio del dólar vendiendo empresas y recursos nacionales al extranjero y
que hoy, habiendo decidido dejar de hacerlo, resulta inevitable estabilizar la
moneda recurriendo a las trabas a las importaciones y al mal llamado “cepo
cambiario”. Dejó bien en claro que nuestro enemigo a vencer, como trabajadores
sociales, es el neo-liberalismo y no el capitalismo, al menos por el momento.
En cuanto a ello, destacó que la precarización laboral que nos aqueja es uno de
los tantos resabios que nos quedan de la década de los 90, contra los cuales
debemos luchar para cambiar.
Por último, Alicia Gonzalez abordó diversos tópicos, pero en relación a
la temática de este artículo opinaba que el trabajo social no debía pensar en
un cambio de raíz sino que debía ser crítico desde el lugar que le tocaba
actuar. Mencionando a Faleiros, propuso transformar y actuar sobre las
instituciones y las políticas bajo las cuales trabajamos. En este sentido, un
punto clave era la constante reflexión sobre la práctica y la capacitación
durante el trabajo que, para ella, hoy en día resulta inexistente.
Personalmente creo que no se puede desmerecer el
trabajo que se hace en los barrios, unidades sanitarias, escuelas y demás
ámbitos, pero sí creo que debe hacerse teniendo conciencia de que mientras
abordamos estas problemáticas con los instrumentos que recibimos del estado,
contribuimos a que sigan sucediendo y perpetuamos sus diversas manifestaciones.
Sin dejar de actuar sobre las urgencias que debemos atender, y para las que nos
formamos, debemos tener objetivos a largo plazo y organizarnos con nuestros
colegas trabajadores sociales para ello, trabajen con nosotros o no. Se trata
de actuar en el presente con la mirada puesta en el futuro y no cumplir
solamente con las tareas que nos son asignadas por nuestro empleador. Nadie nos
va a contratar para eso, ni nos va a pagar las horas extras que esta compleja
tarea exige.
Se suele escuchar que el estado nos pide más de lo que podemos hacer, pagándonos menos de lo que debería porque se aprovecha de nuestra tradicional buena voluntad, pasión y vocación por lo que hacemos. Es el momento de utilizar esa pasión y esa energía en transformar realmente el lugar donde nos toca vivir y trabajar. Y es el momento de hacerlo a nuestra manera, bajo nuestras convicciones y nuestras ideas.
Habrá que debatir cuál de las posturas previamente mencionadas adoptaremos, cuál será nuestra opción. Lo importante es saber que no debemos continuar respetando a rajatabla las tareas que se nos imponen. Lo importante es saber que no hacer nada con lo que hicieron de nosotros no es una opción.
Se suele escuchar que el estado nos pide más de lo que podemos hacer, pagándonos menos de lo que debería porque se aprovecha de nuestra tradicional buena voluntad, pasión y vocación por lo que hacemos. Es el momento de utilizar esa pasión y esa energía en transformar realmente el lugar donde nos toca vivir y trabajar. Y es el momento de hacerlo a nuestra manera, bajo nuestras convicciones y nuestras ideas.
Habrá que debatir cuál de las posturas previamente mencionadas adoptaremos, cuál será nuestra opción. Lo importante es saber que no debemos continuar respetando a rajatabla las tareas que se nos imponen. Lo importante es saber que no hacer nada con lo que hicieron de nosotros no es una opción.
Santiago Vazquez